sábado, 18 de abril de 2015

Un día desperté.

Un día cualquiera desperté, y decidí ser mi mejor versión de mi, mi Berta 2.0.
Y miré a mi alrededor, para coger fuerzas, para anhelar todavía más en cada bocanada de aire.

Y pude ver con franqueza todo aquello que tenia, todo aquello que me faltaba y todo cuánto me sobraba. Pude sentir desde entonces todo el apoyo de los que creyeron en mi versión y también todos a cuantos causaba indiferencia, y no fue fácil, puesto que desprenderse de un sentimiento es peor que desprenderse de cualquier cosa material; pero me armé de valor.

Mi versión se definía, cogía impulso, volaba,, efímera y bella, es un sentimiento casi mejor que el amor, es un amor infinito y correspondido hacia ti, incondicional y sincero.

Y aunque esa versión fracasó muchas veces, aquí sigue, en pié, porque las cosas buenas tienen su largo proceso, y mi versión requiere de mucho esfuerzo. Perdí muchas cosas por el camino, algunas dolieron, otras simplemente fueron debidas al transcurso del tiempo y sus mentes.

Y pienso mucho en lo que dejé atrás, sé que hay cosas que volverán, porque fueron autenticas pero vividas en mal momento y sé que las hay que se quedarán en el olvido, y no me importa, puesto que si ya no duele, ya no sangra, ya no es.

Miro hacia atrás y lo veo en palabras, casi apenas saboreo los olores, los colores, las voces... todas se relevan en palabras que desatan en mi mil sensaciones, que saboreo en mis labios y siguen adyacentes en mi mente.

La cuestión es pues que debemos sentir que podemos, que quizás pudimos antes, pero que más da si al fin llega, si al fin es, si ya estamos en nuestra recta final y dejamos de estar perdidos, que más da si solos o acompañados, todo llega. 

Berta Mascaró Triedo.