lunes, 7 de enero de 2013

A gritos de silencio.

La palabra... tan estúpidamente interpretable,
mi gran amiga y mi gran enemiga a la vez.

Tengo mil cosas que decir en mi mente, mil sentimientos esperando ser desatados de entre mis labios tímidos, mil onomatopeyas, mil susurros, decenas de gritos y un suspiro.

Siento un vena tan fuerte alrededor de mi boca, me atan labios y corazón, me sellan por dentro.
Quiero gritar, quiero abrir mis labios hasta sentir mis comisuras romperse, hasta notar el sabor de la sangre y ese olor tan característico que tiene.

Tengo tantas cosas, algunas me dan miedo y sé que  lentamente me corroen las entrañas,
siento como la indiferencia de los días, que transcurren lapidando mi cuerpo, refuerzan la venda.

Y callo, no salen de mi a borbotones las palabras. Solo puedo ofrecer al mundo mi silencio,
que queda mudo y apagado, inocuo a ojos ajenos.

Convirtiéndome en esa niña dócil y callada, que paga el precio de sus actos, callada.

Y sueño... y callo,
y vivo.... y callo,
y sonrío... y callo,
y lloro... y callo,
se apaga la luz... callando.

Y ya solo me queda eso, ese suspiro que sale apretado entre las vendas,
que las humedece y las sella.

Y estoy a un paso de todos vosotros, transparente cual gota de agua,
esperando a que afloje el ritmo de vuestras vidas y sintáis mi aliento extasiado
pero que se apaga.

Abre los ojos, quita esa venda húmeda, mojada ya, quizá la primera palabra que diga
sea de desahogo pero luego vendrán las de amor.

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